How We Pray / Como Rezamos

What do I pray about and what does that say about me? 

If you do a quick search of Bible commentaries, the consensus is that Jesus’ message for us in today’s parable is to be persistent in prayer. “Ask and you shall receive; seek and you will find; knock and the door will be opened.” We are to ask and keep on asking. We are to seek and keep on seeking. We are to knock and keep on knocking. 

When our child or a loved one is sick, we find it easy to pray without ceasing. When we are in financial trouble or want a new job, we beg God for guidance and support. There is nothing wrong with praying in this way. God wants to be intimately acquainted with us, with the ups and downs, and ins and outs of our daily lives. But we are not simply physical beings who happen to have a soul. What does it say about us if most of our prayers are concerned with our physical well-being and often leave out our spiritual life?

Do we repeatedly and persistently ask God to bring us closer to Him? Do we seek determinedly to follow the whispering of the Holy Spirit? Do we pray without ceasing for the spiritual growth of others? 

Jesus tells us to ask, seek and knock. Is he simply being redundant? In asking, we humbly present ourselves to God and request his action. In seeking, we ask, but we also act. In knocking, we act, but we also persevere. We are told to do all three! Are we? Taking time to reflect on our prayer life can be good for us, body and soul. Are we including all aspects of our life in prayer? Are we following up our prayer with action such as study and service? Are we persevering in our actions? 

We ask God for wisdom and then we study the Bible and the Saints to plant the seeds of wisdom in our minds and hearts. We ask God to be close to us and then we spend time in prayer and quiet to give Him space to act within us. We ask God to help those we know to grow in faith and then we act in faith to grow alongside them.

Dear Jesus, please guide us this day and all our days. May we entrust all aspects of our lives to You and then have the courage to take our prayers and put them into action, modeled after you. May we never tire of asking, seeking and knocking so that we may serve you by serving those around us. Amen. 

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¿Sobre qué rezo y qué dice eso de mí?

Si hacemos una búsqueda rápida de comentarios bíblicos, el consenso es que el mensaje que Jesús nos da en la parábola de hoy es que debemos ser persistentes en la oración. “Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, toquen y se les abrirá. Porque quien pide, recibe; quien busca, encuentra y al que toca, se le abre.” Debemos pedir y seguir pidiendo. Debemos buscar y seguir buscando. Debemos tocar y seguir tocando.

Cuando nuestro hijo o un ser querido está enfermo, nos resulta fácil orar sin cesar. Cuando tenemos problemas económicos o queremos un nuevo trabajo, le rogamos a Dios que nos guíe y nos apoye. No hay nada de malo en orar de esta forma. Dios quiere conocernos íntimamente, con los altibajos y los entresijos de nuestra vida diaria. Pero no somos simplemente seres físicos que tienen alma. ¿Qué dice de nosotros si la mayoría de nuestras oraciones se refieren a nuestro bienestar físico y a menudo dejan de lado nuestra vida espiritual?

¿Le pedimos a Dios repetida y persistentemente que nos acerque a Él? ¿Buscamos con determinación seguir el susurro del Espíritu Santo? ¿Rezamos sin cesar por el crecimiento espiritual de los demás?

Jesús nos dice que pidamos, busquemos y tocamos. ¿Está siendo simplemente redundante? Al pedir, nos presentamos humildemente a Dios y solicitamos su acción. Al buscar, pedimos, pero también actuamos. Al tocar, actuamos, pero también perseveramos. ¡Se nos dice que hagamos las tres cosas! ¿Lo hacemos? Tomarnos un tiempo para reflexionar sobre nuestra vida de oración puede ser bueno para nosotros, cuerpo y alma. ¿Estamos incluyendo todos los aspectos de nuestra vida en la oración? ¿Estamos siguiendo nuestra oración con acciones como el estudio y el servicio? ¿Estamos perseverando en nuestras acciones?

Pedimos sabiduría a Dios y luego estudiamos la Biblia y los Santos para plantar las semillas de la sabiduría en nuestras mentes y corazones. Pedimos a Dios que esté cerca de nosotros y luego pasamos tiempo en oración y silencio para darle espacio para actuar dentro de nosotros. Pedimos a Dios que ayude a quienes conocemos a crecer en la fe y luego actuamos en fe para crecer junto con ellos.

Querido Jesús, guíanos hoy y todos los días. Haz que te confiemos todos los aspectos de nuestra vida y que tengamos el valor de tomar nuestras oraciones y ponerlas en práctica, siguiendo tu ejemplo. Haz que nunca nos cansemos de pedir, buscar y tocar a tu puerta para que podamos servirte sirviendo a quienes nos rodean. Amén.

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Sheryl’s first calling is to be wife and partner to Tom, who is a Permanent Diaconate in the Diocese of Kalamazoo. She also gets to live out her passion for teaching and learning by serving as a teaching principal at St. Therese Catholic School in Wayland, Michigan. Home is full with Carlyn, our goofy golden retriever, Lucy, our terrier mix wild child, and Mila, our rescue Bernese Mountain dog whose happy bouncing and wagging tail reminds us to find joy in every moment of every day.

Feature Image Credit: Kelly Sikkema, unsplash.com/photos/man-wearing-red-sweater-in-front-of-door-tRvZxKDVM80

Lord, Teach Me to Pray / Señor, Enséñame a Rezar

Lord, teach me to pray. It never occurred to me to ask that of Jesus. I’d assumed that after years of Catholic education and church-going, I should just know how to pray. I could rattle off some rote prayers but I don’t think I understood what it is to pray until a friend shared that the Lord’s Prayer is the perfect prayer. Not only does it come from Jesus himself, it offers us a prayer plan for all our non-rote prayers.

It begins simply with praise. We know that God doesn’t need our praise, but we need to praise him and remind ourselves how good he is, how hallowed his name is. I am of the opinion that sincere praise (and gratitude) cannot be overdone. 

We express our desire for God’s will to be done just as his will is done in heaven where all are in perfect communion with God. We want his Kingdom to come. We want that perfect communion for ourselves. We need that in this broken world. 

We ask for what we (think) we need – our daily bread – that which sustains us. What do you need? A friend to understand? Patience and love for a challenging family member? Strength to witness God’s truth? We can go to our loving Father and ask for these things. He longs to give us what we need and sometimes he gives us things we didn’t even know we needed. 

We ask for forgiveness and promise forgiveness toward others. We know we sin and we trust in God’s mercy. We ask for it, maybe beg for it. We also offer it to those who hurt us. Jesus has some clear words on how important this is (Matthew 18:21-25, Matthew 6:14, and Luke 15: 11-32 to name a few).

Finally, we ask him to keep us safe from the tricks and the lies of the enemy. We can be confident that if we keep our gaze focused on Jesus, strive for holiness, and run to him in prayer, we will belong to him and all will be well with our soul.  

The Lord’s Prayer stands on its own as an excellent prayer and also serves as a framework for our personal conversations with God. I encourage you to use it as a guideline for organizing your own prayer time, and see what happens!

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Señor, enséñame a orar. Nunca se me ocurrió pedirle eso a Jesús. Supuse que después de años de educación católica y de asistir a la iglesia, debería saber cómo rezar. Podía recitar algunas oraciones de memoria, pero no creo que entendí lo que era orar hasta que un amigo me dijo que el Padre Nuestro es la oración perfecta. No solo proviene del mismo Jesús, sino que nos ofrece un plan de oración para todas nuestras oraciones que no son de memoria.

Comienza simplemente con una alabanza. Sabemos que Dios no necesita nuestra alabanza, pero debemos alabarlo y recordarnos lo bueno que es, lo santificado que es su nombre. Soy de la opinión de que la alabanza sincera (y la gratitud) nunca pueden ser exageradas.

Expresamos nuestro deseo de que se haga la voluntad de Dios tal como se hace su voluntad en el cielo, donde todos están en perfecta comunión con Dios. Queremos que venga su Reino. Queremos esa comunión perfecta para nosotros. La necesitamos en este mundo roto.

Pedimos lo que (creemos) que necesitamos: nuestro pan de cada día, aquello que nos sustenta. ¿Qué necesitas tú? ¿Un amigo que te entienda? ¿Paciencia y amor para un familiar que te desafía? ¿Fuerza para dar testimonio de la verdad de Dios? Podemos acudir a nuestro Padre amoroso y pedirle estas cosas. Él anhela darnos lo que necesitamos y, a veces, nos da cosas que ni siquiera sabíamos que necesitábamos.

Pedimos perdón y prometemos perdón a los demás. Sabemos que pecamos y confiamos en la misericordia de Dios. La pedimos, tal vez la rogamos. También se la ofrecemos a quienes nos hacen daño. Jesús tiene algunas palabras claras sobre lo importante que es esto (Mateo 18,21-25; Mateo 6,14 y Lucas 15,11-32, por nombrar algunas).

Finalmente, le pedimos que nos mantenga a salvo de los trucos y las mentiras del enemigo. Podemos estar seguros de que si mantenemos nuestra mirada fija en Jesús, nos esforzamos por la santidad y corremos hacia él en la oración, le perteneceremos y todo estará bien con nuestra alma.

El Padre Nuestro es una oración excelente por sí sola y también sirve como marco para nuestras conversaciones personales con Dios. Te animo a que la utilices como guía para organizar tu propio tiempo de oración y ¡verás lo que sucede!

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Merridith Frediani loves words and is delighted by good sentences. She also loves Lake Michigan, dahlias, the first sip of hot coffee in the morning, millennials, and playing Sheepshead with her husband and three kids. She writes for Catholic Mom, Diocesan.com, and her local Catholic Herald. Her first book Draw Close to Jesus: A Woman’s Guide to Adoration is available at Our Sunday Visitor and Amazon. You can learn more at merridithfrediani.com.

Feature Image Credit: Rijksmuseum, Public Domain, art.diocesan.com/stock-photo/god-with-angels-in-the-clouds-8545/

Distracted Visits with Jesus / Visitas Distraídas con Jesús

In today’s Gospel, Martha, busy serving and fretting, loses sight of just who it is she has welcomed into her home. In light of the three-year National Eucharistic Revival, I wish to explore a subtle connection between Luke 10:38-42 and the Eucharist — although when we come to Mass, it is Jesus welcoming us into His home! Many of us come to Mass so busy and distracted with many things that we halfheartedly go through the motions of Mass, forgetting Who we are so privileged to receive in the Eucharist. 

Jesus has come to visit the family in Bethany and share fellowship and a meal. At Mass, we come to Jesus’ house to visit and, yes, share a meal. Gratefully, Jesus is never too busy to welcome us in! We, like Martha, may approach our visit with Jesus frenzied, anxious, and worried about many things—work, home, or family. Perhaps we, too, are aggravated with a loved one we think should be helping us out somehow. 

Jesus’ words to Martha that “there is need of only one thing” should refocus our attention to what is truly important, especially as we prepare our hearts and minds for Jesus to “enter under our roof.” Like Mary, our eyes should remember Who is before us. Sitting at His feet fills us with all the blessings and graces necessary for whatever lies ahead. Whether we face days of strife, hardship, or smooth sailing, it is inconsequential if we’ve not made developing a relationship with Christ our number one priority.

I remember a time in my life when I attended Mass with more of a Martha than a Mary mindset. I would grab a bulletin on my way into the church. During the Mass readings, I would daydream, running the week’s chores and tasks through my mind. During the homily, I would doodle my to-do list in the margins of the bulletin. My mind would wander again during the Consecration, unaware of the supernatural, glorious, awe-inspiring event happening upon the altar before me. The moment heaven and earth mystically collide—the humble substance of bread and wine became an even more humble substance of my Lord and Savior. Then I complained that I never “get anything out of” Mass.

Of course, I didn’t. Like Martha, I’d let the world cloud my vision and keep me from the one thing needed—the better part. Praise God, like Mary, it was not to be taken from me. Eventually, as I learned more about the Catholic faith and the beauty and magnificence of the Sacred Liturgy, I allowed myself to be fully present for all Jesus had for me in those moments. 

In the words of St. Paul, the better part exists in “the mystery hidden from ages and from generations past. But now it has been manifested to his holy ones…” Most significantly, in the Real Presence of Jesus Christ in the Eucharist.

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En el Evangelio de hoy, Marta, ocupada sirviendo y preocupándose, pierde de vista a quién ha recibido en su casa. A la luz del Avivamiento Eucarístico Nacional de tres años, deseo explorar una conexión sutil entre Lucas 10,38-42 y la Eucaristía, aunque cuando venimos a Misa, ¡es Jesús quien nos da la bienvenida a Su hogar! Muchos de nosotros venimos a Misa tan ocupados y distraídos con muchas cosas que vivimos la Misa por inercia y sin entusiasmo, olvidando a Quién tenemos el privilegio de recibir en la Eucaristía.

Jesús ha venido a visitar a la familia en Betania para convivir y compartir una comida. En la Misa, venimos a la casa de Jesús para visitarlo y, sí, compartir una comida. Afortunadamente, ¡Jesús nunca está demasiado ocupado para recibirnos! Nosotros, como Marta, podemos acercarnos a la visita con Jesús frenéticos, ansiosos y preocupados por muchas cosas: el trabajo, el hogar o la familia. Tal vez nosotros también estemos molestos con un ser querido que pensamos que debería ayudarnos de alguna forma.

Las palabras de Jesús a Marta de que “una sola [cosa] es necesaria” deberían volver a centrar nuestra atención en lo que es verdaderamente importante, especialmente mientras preparamos el corazón y la mentes para que Jesús “entre en mi casa”. Como María, nuestros ojos deben recordar Quién está delante de nosotros. Sentarnos a Sus pies nos llena de todas las bendiciones y gracias necesarias para lo que nos espera. Ya sea que enfrentemos días de lucha, dificultades o navegamos todo tranquilamente, nada importa más que hacer del desarrollo de una relación con Cristo nuestra prioridad número uno.

Recuerdo una época de mi vida en la que asistía a Misa con una mentalidad más de Marta que de María. Agarraba un boletín entrando a la iglesia. Durante las lecturas de la Misa, me dejaba pensar en mil cosas, repasando mentalmente las tareas y los quehaceres de la semana. Durante la homilía, garabateaba mi lista de cosas por hacer en los márgenes del boletín. Mi mente volvía a divagar durante la Consagración, sin darme cuenta del acontecimiento sobrenatural, glorioso e imponente que estaba sucediendo en el altar frente a mí. En el momento en que el cielo y la tierra chocan místicamente, la humilde sustancia del pan y el vino se convirtió en una sustancia aún más humilde de mi Señor y Salvador. Y luego me quejaba de que nunca “sacaba ningún provecho” de la Misa.

Por supuesto que no iba a sacar provecho. Como Marta, dejaba que el mundo nublara mi visión y me impidiera obtener lo único que necesitaba: la mejor parte. Alabado sea Dios, como María, nadie me la iba a quitar. Poco a poco, a medida que iba aprendiendo más sobre la fe católica y la belleza y magnificencia de la Sagrada Liturgia, me permití estar completamente presente para todo lo que Jesús tenía para mí en esos momentos.

En las palabras de San Pablo, la mejor parte existe en “el misterio escondido desde los siglos y generaciones pasadas, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos…” Más significativamente, en la Presencia Verdadera de Jesucristo en la Eucaristía.

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Allison Gingras (www.ReconciledToYou.com ) shares an everyday Catholic faith with humor and honesty. Her writing includes The Handy Little Guide to Novenas (OSV), Encountering Signs of Faith (Ave Maria Press), and the Stay Connected Journals for Catholic Women (Our Sunday Visitor), with a new edition “Jesus Heals,” coming in 2025. Allison is the Director of Digital Evangelization for Family Rosary USA.

Feature Image Credit: Anncapictures, pixabay.com/photos/laptop-mouse-note-notebook-1385700/

The views and opinions expressed in the Inspiration Daily blog are solely those of the original authors and contributors. These views and opinions do not necessarily represent those of Diocesan, the Diocesan staff, or other contributors to this blog.

Imitate Mary, the Good Samaritan / Imitar a María, la Buena Samaritana

In today’s Gospel, we hear the parable of the Good Samaritan. The scholar questioning Jesus wishes to clarify who his neighbor is, no doubt to exclude some people he sees as unworthy. Jesus’ answer probably turns the scholar’s world upside down, but he is led to respond to Jesus’ question: “The one who treated him with mercy.”

Today we also celebrate the Feast of Our Lady of the Rosary, recalling the Battle of Lepanto that was won on October 7, 1571. It is for this reason that the month of October is traditionally dedicated to the Rosary. So, how does this Gospel connect to this Feast? Easily, I think. 

Many would say they see Jesus in the role of the Good Samaritan but I actually see Mary in this role. When those who say they love Jesus would avoid caring for the Samaritan, Mary’s motherly care would bandage their wounds and take the injured person to an inn where they can recuperate. 

In the same way, and especially through the intercession of the Rosary, Mary cares for the personal wounds of our heart and soul and brings all things, personal and communal, to Jesus for healing. Her tenderness intercedes for us where words fail. When we are so broken we can only mutter well-known, structured prayers, the Rosary lays out for us all that we need: praying as Jesus’ taught us in the Our Father, asking Mary’s heavenly intercession in the Hail Mary, and praising and glorifying the Holy Trinity in the Glory Be. Mary later requested that the Fatima prayer be added, begging release of both our own sins and for those of all humanity. 

When all else fails you, take up your Rosary and pray it, knowing that Mary will be present as your Mother to comfort you and take your intentions to Jesus. And let us imitate Mary as the perfect disciple of Christ, caring for each other’s wounds. 

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En el Evangelio de hoy escuchamos la parábola del Buen Samaritano. El erudito que interroga a Jesús quiere aclarar quién es su prójimo, sin duda para excluir a algunas personas que considera indignas. La respuesta de Jesús probablemente pone patas arriba el mundo del erudito, pero se ve obligado a responder a la pregunta de Jesús: “El que tuvo compasión de él”.

Hoy también celebramos la fiesta de Nuestra Señora del Rosario, que recuerda la Batalla de Lepanto que se ganó el 7 de octubre de 1571. Es por eso que el mes de octubre está tradicionalmente dedicado al Rosario. Entonces, ¿cómo se conecta este Evangelio con esta fiesta? Fácilmente, creo.

Muchos dirían que ven a Jesús en el papel del Buen Samaritano, pero yo la veo a María en este papel. Cuando los que dicen amar a Jesús evitan cuidar al samaritano, el cuidado maternal de María venda sus heridas y lleva al herido a una posada donde puede recuperarse. 

De la misma forma, y especialmente por intercesión del Rosario, María cuida las heridas personales de nuestro corazón y alma y lleva todas las cosas, personales y comunitarias, a Jesús para que las sane. Su ternura intercede por nosotros donde las palabras fallan. Cuando estamos tan destrozados que solo podemos murmurar oraciones conocidas y estructuradas, el Rosario nos ofrece todo lo que necesitamos: orar como Jesús nos enseñó en el Padrenuestro, pedir la intercesión celestial de María en el Ave María y alabar y glorificar a la Santísima Trinidad en el Gloria. María pidió más tarde que se añadiera la oración de Fátima, pidiendo la liberación tanto de nuestros propios pecados como de los de toda la humanidad.

Cuando todo lo demás te falle, toma tu Rosario y reza, sabiendo que María estará presente como tu Madre para consolarte y llevar tus intenciones a Jesús. Imitemos a María como la discípula perfecta de Cristo, curando las heridas de los demás.

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Mary Thissen is a St. Louis native living in East Central Illinois with her husband and children. She is blessed with twin boys Earthside and four children now living in Heaven. When she is not working as a healthcare data analyst or caring for her boys, she enjoys studying and writing about the Catholic faith and ministering to women who are suffering through miscarriage or infertility. You can connect with Mary on Instagram @waitingonmiracles. 

Feature Image Credit: ikolotas0, pixabay.com/photos/rosary-praying-hand-black-and-white-716250/

Listening and Loving / Escuchar y Amar

Jesus insists that the little children can come to Him. He is available to them just as much as He is to the adults, much to the shock of the adults surrounding Him. Jesus then asks those shocked adults to consider how these children have qualities the adults are lacking. “Whoever does not accept the Kingdom of God like a child will not enter it.” As I pondered the qualities a child has, the Holy Spirit drew my attention to an aspirational prayer in a Mass journal I have.

Breathe in: Give me ears that listen

Breathe out: and a heart that loves

I found myself considering how these two motions, listening and loving, are foundational to the childhood experience and are both crucial to accept the Kingdom of God.

First, we have to listen. As children, our first experience of the world is sound. Even before we are born, babies can hear the sounds of the world outside of their mother. A young baby, days old, can barely see a few feet beyond themselves, but their hearing is perfect. They soak in sounds, language. We learn to speak first by hearing it. “At birth, the infant brain can perceive the full set of 800 or so sounds, called phonemes, that can be strung together to form all the words in every language of the world” (Patricia K. Kuhl, How Babies Learn Language, 2015). This is incredible! We have such a huge capacity for language, both to listen to and speak, as small children that fades as we grow more set in our ways as adults.

Simultaneously, babies are learning about what it means to be loved, to be cared for. They are completely reliant on their parents to love them. To love someone, to will the good of the other, is foundational for a child. As the child grows, they come to consciously perceive this and begin to freely offer that love back to their family. At lunch a few days ago, my three year old looked up and said, “Mommy, I love you. The next day, I will love you still.” It was spontaneous and spoken from his heart. 

Jesus wants to speak to us. He does so in the language we understand with our ears through the people He has placed in our lives. He also speaks to our hearts, in the language of love. These two practices, listening and loving, are beautiful lessons we can strive to grow in while we seek to become more childlike in the eyes of God.

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Jesús insiste en que los niños pequeños pueden acercarse a Él. Está disponible para ellos tanto como lo está para los adultos, lo cual es gran sorpresa para los adultos que lo rodean. Jesús luego les pide a esos adultos sorprendidos que consideren cómo estos niños tienen cualidades de las que carecen los adultos. “Les aseguro que el que no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él”. Mientras reflexionaba sobre las cualidades que tiene un niño, el Espíritu Santo me llamó la atención sobre una oración aspiracional en un diario de misa que tengo.

Inhalar: dame oídos que escuchen

Exhalar: y un corazón que ame

Me encontré considerando cómo estos dos movimientos, escuchar y amar, son fundamentales para la experiencia de la infancia y ambos son cruciales para aceptar el Reino de Dios.

Primero, tenemos que escuchar. Cuando somos niños, nuestra primera experiencia del mundo es el sonido. Incluso antes de nacer, los bebés pueden escuchar los sonidos del mundo fuera de su madre. Un bebé pequeño, de días de vida, apenas puede ver unos pocos pies más allá de sí mismo, pero su audición es perfecta. Absorben sonidos y lenguaje. Aprendemos a hablar primero al escucharlo. “Al nacer, el cerebro del bebé puede percibir el conjunto completo de unos 800 sonidos, llamados fonemas, que se pueden unir para formar todas las palabras de todos los idiomas del mundo” (Patricia K. Kuhl, How Babies Learn Language, 2015). ¡Es increíble! De pequeños, tenemos una enorme capacidad para el lenguaje, tanto para escuchar como para hablar, que se desvanece a medida que nos vamos afianzando en nuestras costumbres como adultos.

Al mismo tiempo, los bebés están aprendiendo lo que significa ser amado, ser cuidado. Dependen completamente del amor de sus padres. Amar a alguien, desear el bien del otro, es fundamental para un niño. A medida que el niño crece, llega a percibir esto conscientemente y comienza a ofrecer libremente ese amor a su familia. Hace unos días, durante el almuerzo, mi hijo de tres años levantó la vista y me dijo: “Mami, te amo. Al día siguiente, te seguiré amando”. Fue algo espontáneo y lo dijo desde el corazón.

Jesús quiere hablarnos. Lo hace en el lenguaje que entendemos con nuestros oídos a través de las personas que ha puesto en nuestras vidas. También habla a nuestro corazón, en el lenguaje del amor. Estas dos prácticas, escuchar y amar, son hermosas lecciones en las que podemos esforzarnos por crecer mientras buscamos ser más como niños a los ojos de Dios.

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Kate Taliaferro is an Air Force wife and mother. She is blessed to be able to homeschool, bake bread and fold endless piles of laundry. When not planning a school day, writing a blog post or cooking pasta, Kate can be found curled up with a book or working with some kind of fiber craft. Kate blogs at DailyGraces.net.

Feature Image Credit: Vika Glitter, pexels.com/photo/smiling-baby-lying-on-white-mat-1648377/

I Have Given You Power / Les He Dado Poder

The Lord is always inviting, always giving, always guiding. He invites us into His Mission, He gives us all we need to fulfill our part of it, and He is always guiding us in the surprising paths to achieve it!

He invited the 72 disciples to participate in this Mission in a particular way, gave them what they needed, and then they rejoiced in what they had been able to do in His Name. Jesus then gently guides their hearts to rejoice rightly because their “names are written in heaven.” He reminds them to rejoice in the grace of their call and cooperation, not so much in what they have done, because it is not THEY who have done it, but the Lord working through them: “I have given you the power…”

Turning to the Father, Jesus also rejoices in what the 72 have been able to do, but his joy is directed to the Father in gratitude; he is teaching them to do the same, to remember that their effectiveness and ultimate fruitfulness depend on God’s initiative and grace working in them and through them. They are mere children of the Father, but called to a glorious work and inheritance, if they remember to acknowledge the source of all true power and greatness. Those who consider themselves “learned and clever” and do things based on their own power and greatness cannot bear fruit that lasts; in fact, unless they learn true humility, they will cave in on themselves and achieve little in the long run.

It is no different for us. By our Baptism, we are invited to participate in Christ’s Mission in the world. God is always giving us all we need to fulfill our role in the Mystical Body of Christ and the Spirit of God never ceases to guide us and fill us and empower us for this mission. For our part, we must be open – whatever we sincerely open to God, He will fill! We must be willing to say YES to His invitation – our gift of freedom allows us to say no! We must recognize that whatever we accomplish in His Name is not fully our own – every good work comes through our surrender to His power in our lives! And we must seek His will and allow ourselves to be awed by the paths He calls us to walk – He is a God of surprises!

Like those Jesus called in the Gospel, we too are personally called to walk with him in humility and gratitude. To be salt for what would otherwise become tasteless and rotten, and to be light to every darkened place in this world.

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El Señor siempre está invitando, siempre está dando, siempre está guiando. Nos invita a Su Misión, nos da todo lo que necesitamos para cumplir nuestra parte en ella, y siempre está guiándonos por los caminos sorprendentes para lograrlo.

Invitó a los 72 discípulos a participar en esta Misión de una manera particular, les dio lo que necesitaban, y luego se regocijaron por lo que habían podido hacer en Su Nombre. Jesús luego guía suavemente sus corazones para que se regocijen correctamente porque sus “nombres están escritos en el cielo”. Les recuerda que se regocijen en la gracia de su llamado y cooperación, no tanto en lo que han hecho, porque no son ELLOS quienes lo han hecho, sino el Señor que trabaja a través de ellos: “Les he dado el poder…”

Volviéndose hacia el Padre, Jesús también se regocija por lo que los 72 han podido hacer, pero su alegría se dirige al Padre en gratitud; les está enseñando a hacer lo mismo, a recordar que su eficacia y fecundidad final dependen de la iniciativa y la gracia de Dios que trabaja en ellos y a través de ellos. Son meros hijos del Padre, pero llamados a una obra y herencia gloriosa, si recuerdan reconocer la fuente de todo verdadero poder y grandeza. Aquellos que se consideran “eruditos e inteligentes” y hacen las cosas basándose en su propio poder y grandeza no pueden dar fruto que perdure; de ​​hecho, a menos que aprendan la verdadera humildad, se replegarán sobre sí mismos y lograrán poco a largo plazo.

No es diferente para nosotros. Por nuestro Bautismo, estamos invitados a participar en la Misión de Cristo en el mundo. Dios siempre nos está dando todo lo que necesitamos para cumplir nuestro papel en el Cuerpo Místico de Cristo y el Espíritu de Dios nunca deja de guiarnos, llenarnos y capacitarnos para esta misión. Por nuestra parte, debemos estar abiertos: ¡todo lo que sinceramente le abramos a Dios, Él lo llenará! Debemos estar dispuestos a decir Sí a Su invitación: ¡nuestro don de libertad nos permite decir no! Debemos reconocer que todo lo que logramos en Su Nombre no es completamente nuestro: ¡toda buena obra viene a través de nuestra rendición a Su poder en nuestras vidas! Y debemos buscar su voluntad y dejarnos maravillar por los caminos que nos llama a recorrer: ¡Es un Dios de sorpresas!

Como aquellos a quienes Jesús llamó en el Evangelio, también nosotros estamos llamados personalmente a caminar con Él en humildad y gratitud, y a ser sal para lo que de otro modo se volvería insípido y podrido, y luz para todo lugar oscuro de este mundo.

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Kathryn Mulderink, MA, is married to Robert, Station Manager for Holy Family Radio. Together they have seven children (including Father Rob), and eleven grandchildren. She is President of the local community of Secular Discalced Carmelites and has published five books and many articles. Over the last 30 years, she has worked as a teacher, headmistress, catechist, Pastoral Associate, and DRE, and as a writer and voice talent for Catholic Radio. Currently, she serves the Church by writing and speaking, and by collaborating with various parishes and to lead others to encounter Christ and engage their faith. Her website is www.KathrynTherese.com

Feature Image Credit: Arturo Rey, unsplash.com/photos/grayscale-photograph-of-jesus-christ-statue-CvnVk7GGQCg

St. Francis’ Mission is Ours Too / La Misión de San Francisco También es la Nuestra

On this day, we recall the great St. Francis of Assisi, an extraordinary Saint who lived his faith in such a way that he helps restore it in others. He founded the Franciscan order based on vows of poverty, serving the poor, and preaching the Good News. This order numbered in the thousands before his death, spanned many countries, and yet Francis remained humble and thanked God for the grace to evangelize. St. Francis lived his faith by embracing poverty and detaching from this world so that he could better love and serve the Lord. He met adversity with joy and patience even though he was considered by the rich and powerful to be a fool and a troublemaker.

Jesus encourages us to keep our peace when people oppose the Gospel Message. The invitation to follow Christ is an invitation to respond to the truth that the Kingdom is at hand, first focusing on our response to the Gospel and, from there, being a witness to others. We are asked to go forth and plant the seeds of faith one heart at a time.  

Trust the Lord in times of discouragement due to the state of our current culture. For He is our unwavering strength and refuge. Know that all things, even the most challenging, work for the good of those who love God (Rom 8:28). The truth is that we have an entire world to serve and share the message of Christ. Our mission has not changed since the Ascension of our Lord and Pentecost: To live our faith and share it with others through kind deeds, inspiring words, and prayer – and leave the rest to the Lord. What can you do? Embrace joy, peace, and happiness, and make the Lord your King and Savior. 

It is so easy to be overwhelmed, downtrodden, and even anxious about the matters of this world, but our Lord invites us to shake the dust off our feet, let it go, and keep moving forward. The Lord desires our faith and prayers so that we can grow closer to God and recall the old saying, “Do your best, and trust that God has the rest.” 

When we do our best to share the faith, we must be people of deep and reverent prayer. Prayer isn’t just a passing thought but a constant and continual conversation with the Lord throughout our day and throughout our lifetime. We are never too old to pray, too young to pray, too sick to pray, too happy to pray, or too sad to pray. Scripture reminds us that our prayers and ability to share the faith will have a lasting impact for all of eternity. Jesus desires to unite Himself with each individual person as well as communities and nations. He became man to heal our brokenness and restore the Kingdom of God. His desire is to heal the brokenness of others through us.

Your efforts, no matter how small, are significant in God’s grand plan. If we all work together to do our part, the earth will be set on fire with the love of Christ. May we seek to “rebuild the Church” by helping to restore the true faith in others, just as St. Francis did. 

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En este día recordamos al gran San Francisco de Asís, un santo extraordinario que vivió su fe de tal manera que ayuda a restaurarla en otros. Fundó la orden franciscana basada en votos de pobreza, sirviendo a los pobres y predicando la Buena Nueva. Esta orden contaba con miles de miembros antes de su muerte y se extendía por muchos países, y aun así Francisco permaneció humilde y agradeció a Dios por la gracia de poder evangelizar. San Francisco vivió su fe abrazando la pobreza y desprendiéndose de este mundo para poder amar y servir mejor al Señor. Enfrentó la adversidad con alegría y paciencia, aunque los ricos y poderosos lo consideraban un insensato y alguien que creaba problemas.

Jesús nos anima a mantener la paz cuando la gente se opone al mensaje del Evangelio. La invitación a seguir a Cristo es una invitación a responder a la verdad de que el Reino está cerca, centrándonos primero en nuestra respuesta al Evangelio y, a partir de ahí, siendo un testimonio para los demás. Se nos pide que salgamos y plantemos las semillas de la fe, un corazón a la vez.

Confía en el Señor en tiempos de desánimo debido al estado de nuestra cultura actual, pues Él es nuestra fortaleza y refugio inquebrantable. Recuerda que todas las cosas, incluso las más desafiantes, obran para el bien de quienes aman a Dios (Rom 8,28). La verdad es que tenemos un mundo entero al que servir y compartir el mensaje de Cristo. Nuestra misión no ha cambiado desde la Ascensión de nuestro Señor y Pentecostés: vivir la fe y compartirla con los demás a través de las buenas obras, palabras inspiradoras y la oración, y dejar el resto en las manos del Señor. ¿Qué puedes hacer? Abraza la alegría, la paz y la felicidad, y haz del Señor tu Rey y Salvador.

Es muy fácil sentirse abrumado, oprimido e incluso ansioso por los asuntos de este mundo, pero nuestro Señor nos invita a sacudirnos el polvo de los pies, dejarlo ir y seguir adelante. El Señor desea nuestra fe y nuestras oraciones para que podamos acercarnos más a Dios y recordar el dicho antiguo: “Haz lo mejor que puedas y confía que Dios se encargará de lo demás”.

Cuando hacemos lo mejor que podemos para compartir la fe, debemos ser personas de oración profunda y reverente. La oración no es sólo un pensamiento pasajero, sino una conversación constante y continua con el Señor a lo largo del día y de la vida. Nunca somos demasiado viejos para orar, demasiado jóvenes para orar, demasiado enfermos para orar, demasiado felices para orar o demasiado tristes para orar. Las Escrituras nos recuerdan que nuestras oraciones y nuestra capacidad para compartir la fe tendrán un impacto duradero por toda la eternidad. Jesús desea unirse a cada persona individual, así como a las comunidades y naciones. Se hizo hombre para sanar nuestra fragilidad y restaurar el Reino de Dios. Su deseo es sanar la fragilidad de los demás a través de nosotros.

Tus esfuerzos, por pequeños que sean, son significativos en el gran plan de Dios. Si todos trabajamos juntos para hacer nuestra parte, la tierra se encenderá con el amor de Cristo. Busquemos “reconstruir la Iglesia” ayudando a restaurar la verdadera fe en los demás, tal como lo hizo San Francisco.

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Emily Jaminet is a Catholic author, speaker, radio personality, wife, and mother of seven children. She earned a bachelor’s degree in mental health and human services from the Franciscan University of Steubenville.  She is the co-founder of www.inspirethefaith.com and the Executive Director of The Sacred Heart Enthronement Network www.WelcomeHisHeart.com. She has co-authored several Catholic books and her latest one, Secrets of the Sacred Heart: Claiming Jesus’ Twelve Promises in Your Life, came out in Oct. 2020. Emily serves on the board of the Columbus Catholic Women’s Conference, contributes to Relevant Radio and Catholic Mom.com.

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Do You Trust Him? / ¿Confías en Dios?

It might help to briefly summarize the Book of Job, since the book is so condensed in the readings we hear this week. After Job is afflicted, losing everything and everyone he loves most, losing bodily health and physical comfort, he is visited by three of his friends. They come to comfort him, but after sitting with him in silence for days, they chastise him. They see only guilt when God allows a man to be afflicted. The reading today comes after multiple rounds of discourse, in which Job’s friends repeat the idea that Job must have sinned, otherwise he wouldn’t be so afflicted.

Job knows that he is blameless. He intelligently summarizes his friends’ arguments and points out that he is known for being upright. Job’s repeated refrain is this: “I know that God is good and just, and that He has the right to do whatever He wants. But I have not sinned, and I don’t understand why He is letting me be afflicted. Let me state my case to Him, and let Him listen to me.”

It is in this context that Job says the words in our reading: “But as for me, I know that my Vindicator lives, and that he will at last stand forth upon the dust” (Job 19:25). Job does not say this after hearing good news. He says this at the lowest point of his life, without family and berated by friends. There is no reason for him to believe that things will get better. Yet, he still trusts God. He does not necessarily believe that his fortunes will be restored. But he trusts that God has a reason for His actions. He trusts that if God would hear him out and explain Himself to him, the answer would be sufficient. Even in excruciating pain, Job knows that God is good.

The seventy-two disciples in today’s Gospel have to practice a different sort of trust in God. Jesus sends them out “like lambs among wolves” — not good prospects for safety (Luke 10:3). Yet, He tells them to cure the sick, and also to raise the dead, cleanse lepers, and drive out demons (see Matt 10:8). How are they supposed to do this as lambs among wolves? Jesus does not say. But He expects them to work these miracles. As Job had to trust God in the midst of the most difficult experiences of his life, the seventy-two had to trust that Jesus could work miracles through them. And He did, as they report when they return.

These faithful disciples of Our Lord cause us to look within ourselves: Do you really trust God? Do you believe that He knows what He is doing and that it is good, even if His actions seem unreasonable? Do you believe that He can work miracles in you, even in the midst of danger and uncertainty? Do you trust Him, even when there appears to be no reason why you should?

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Puede resultar útil resumir brevemente el Libro de Job, ya que el libro está muy condensado en las lecturas que escuchamos esta semana. Después de que Job se ve afligido, perdiendo todo y a todos los que más amaba, perdiendo la salud corporal y la comodidad física, lo visitan tres amigos suyos. Vienen a consolarlo, pero después de sentarse con él en silencio durante días, lo castigan. Solo ven culpa cuando Dios permite que un hombre sea afligido. La lectura de hoy viene después de múltiples rondas de discursos, en los que los amigos de Job repiten la idea de que Job debe haber pecado, de lo contrario no estaría tan afligido.

Job sabe que es inocente. Resume inteligentemente los argumentos de sus amigos y señala que es conocido por ser recto. El estribillo repetido de Job es este: “Sé que Dios es bueno y justo, y que tiene derecho a hacer lo que quiera. Pero yo no he pecado, y no entiendo por qué permite que yo sea afligido. Déjame exponerle mi caso, y que me escuche”.

Es en este contexto que Job dice las palabras de la lectura de hoy: “Yo sé bien que mi defensor está vivo y que al final se levantará a favor del humillado” (Job 19,25). Job no dice esto después de escuchar buenas noticias. Lo dice en el punto más bajo de su vida, sin familia y reprendido por sus amigos. No hay razón para que crea que las cosas mejorarán. Sin embargo, todavía confía en Dios. No cree necesariamente que su fortuna será restaurada. Pero confía en que Dios tiene una razón para sus acciones. Confía en que si Dios lo escuchara y se explicara, Su respuesta sería suficiente. Incluso en medio de un dolor insoportable, Job sabe que Dios es bueno.

Los setenta y dos discípulos en el Evangelio de hoy tienen que practicar un tipo diferente de confianza en Dios. Jesús los envía “como corderos en medio de lobos”; no con buenas perspectivas de seguridad (Lucas 10,3). Sin embargo, les dice que curen a los enfermos, que también resuciten a los muertos, que limpien a los leprosos y que expulsen a los demonios (ver Mateo 10,8). ¿Cómo se supone que deben hacer esto como corderos en medio de lobos? Jesús no lo dice. Pero espera que hagan estos milagros. Así como Job tuvo que confiar en Dios en medio de las experiencias más difíciles de su vida, los setenta y dos tuvieron que confiar en que Jesús podía obrar milagros a través de ellos. Y lo hizo, como cuentan cuando regresan.

Estos fieles discípulos de Nuestro Señor nos hacen mirar adentro de nosotros mismos: ¿Realmente confías en Dios? ¿Crees que Él sabe lo que está haciendo y que es bueno, incluso si sus acciones parecen irrazonables? ¿Crees que Él puede obrar milagros en ti, incluso en medio del peligro y la incertidumbre? ¿Confías en Él, incluso cuando parece que no hay razón para que lo hagas?

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David Dashiell is a freelance author and editor in the Nashville, Tennessee area. He has three children, a degree in theology, and enjoys writing about philosophy, theology, culture, music, and comedy. You can find his personal blog, Serious Daydreams, on Substack. He is also the editor of the anthology Ever Ancient, Ever New: Why Younger Generations Are Embracing Traditional Catholicism, available through TAN Books.

Feature Image Credit: SMK open, Public Domain, art.diocesan.com/stock-photo/job-and-his-friend-17791/

Childlike Trust / La Confianza Como los Niños

Now that I have two little boys I am often thinking about all the times in Scripture that children are depicted as the height of sanctity. On one hand, this doesn’t make a whole lot of sense. I see my two year old climbing on top of our table and getting close to jumping off and immediately think to myself, “Why are we supposed to be more like children?”

But on the other hand, it is really easy to see how Christ calls us to be more like children in today’s Gospel. They have such a beautiful innocence, they are humble because they rely on their parents for almost everything, they are more loving than anyone, and they have a contagious joy that fills the home.

There are certainly difficult moments when raising children, especially two that are under two, but the beautiful moments far outweigh the difficult ones and they even give the difficult ones purpose. When I watch my two year old laugh out loud at the wonder of bubbles or my two month old smile when he figures out his voice for the first time, I am in love.

I have to imagine that this is a small glimpse of the way God sees us all. We are all so small and insignificant compared to the glory of God, however, he chooses to love us unconditionally. We are completely dependent on God and he chooses to love us and protect us and keep us in his care. Sometimes we do things that don’t make sense. God loves us through those moments too. Like a good father guiding his children through life, God is with us.

I think perhaps today’s Gospel is meant to be read as a love letter from a father to his children. He is not so much asking us to go back to a time where we weren’t as aware of things or didn’t have knowledge of the truth, but rather, he is asking us to trust. Like the child who trusts his parents completely, God wants the same trust and humility from us so he can take care of us.

This is perhaps why the Catechism in paragraph 142 states, “By faith, man completely submits his intellect and his will to God. With his whole being man gives his assent to God the revealer. Sacred Scripture calls this human response to God, the author of revelation, the obedience of faith.”

God wants all of us. He wants us to trust him with everything that we are. This becomes difficult if we think we can do it all on our own and become our own god. But if we have the humility of a child and trust in our loving father, then God is able to love us the way that he desires, with pure, full, unconditional love.

From all of us here at Diocesan, God bless!

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Ahora que tengo dos hijos pequeños, a menudo pienso en todas las veces en las Escrituras donde se describe a los niños como la cumbre de la santidad. Por un lado, esto no tiene mucho sentido. Veo a mi hijo de dos años trepándose en la mesa a punto de saltar y de inmediato pienso: “¿Por qué se supone que debemos ser más como niños?”

Pero, por otro lado, es muy fácil ver cómo Cristo nos llama a ser más como niños en el Evangelio de hoy. Tienen una inocencia tan hermosa, son humildes porque confían en sus padres para casi todo, son más cariñosos que nadie y tienen una alegría contagiosa que llena el hogar.

Sin duda, hay momentos difíciles cuando se crían los hijos, especialmente dos que tienen menos de dos años, pero los momentos hermosos superan bastante a los difíciles e incluso les dan un propósito a los difíciles. Cuando veo a mi hijo de dos años reír a carcajadas ante la maravilla de las burbujas o a mi hijo de dos meses sonreír cuando descubre su voz por primera vez, quedo enamorado.

Tengo que imaginar que esto es un pequeño vistazo de la forma en que Dios nos ve a todos. Todos somos tan pequeños e insignificantes comparados con la gloria de Dios, sin embargo, Él elige amarnos incondicionalmente. Somos completamente dependientes de Dios y Él elige amarnos, protegernos y mantenernos bajo su cuidado. A veces hacemos cosas que no tienen sentido. Dios nos ama también en esos momentos. Como buen padre que guía a sus hijos a lo largo de la vida, Dios está con nosotros.

Creo que tal vez el Evangelio de hoy debe leerse como una carta de amor de un padre a sus hijos. No nos está pidiendo tanto que volvamos a un tiempo en el que no éramos tan conscientes de las cosas o no teníamos conocimiento de la verdad, sino que nos está pidiendo que confiemos. Como el niño que confía completamente en sus padres, Dios quiere la misma confianza y humildad de nosotros para poder cuidar de nosotros.

Tal vez por eso el Catecismo, en el párrafo 143, afirma: “Por la fe, el hombre somete completamente su inteligencia y su voluntad a Dios. Con todo su ser, el hombre da su asentimiento a Dios que revela. La sagrada Escritura llama ‘obediencia de la fe’ a esta respuesta del hombre a Dios que revela.”

Dios nos quiere a todos. Quiere que le confiemos todo lo que somos. Esto se vuelve difícil si pensamos que podemos hacerlo todo por nosotros mismos y convertirnos en nuestro propio dios. Pero si tenemos la humildad de un niño y confiamos en nuestro padre amoroso, entonces Dios es capaz de amarnos como él desea, con un amor puro, pleno e incondicional.

De parte de todos nosotros aquí en Diocesan, ¡Dios los bendiga!

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Tommy Shultz is a Business Development Representative for Diocesan. In this role he is committed to bringing the best software to dioceses and parishes while helping them evangelize on the digital continent. Tommy has worked in various diocese and parish roles since his graduation from Franciscan University with a Theology degree. He hopes to use his skills in evangelization, marketing, and communications, to serve the Church and bring the Good News to all. His favorite quote comes from St. John Paul II, who said, “A person is an entity of a sort to which the only proper and adequate way to relate is love.”

Feature Image Credit: Robert Collins, https://unsplash.com/photos/four-boy-playing-ball-on-green-grass-tvc5imO5pXk

Feeling Unwelcome / Sentirse No Bienvenido

Do you ever feel like you are not welcome? You are not alone in that feeling. Jesus was not welcome in many places. And often, when he went to places where he was welcome, the people who did not welcome him complained. It was a classic “you can’t make everyone happy” situation. Always though, Jesus responds well. Of course, he does, he is Jesus.

Our response, when we are unwelcome, may not always be quite like that of Jesus. And that is okay, we are a work in progress on our way to holiness. Many times, in Scripture he reminds his apostles to shake the dust off, leave the place, and not to stay where they are unwelcome but go where they are welcomed.

I think there are two things we can learn from Jesus about not being welcome. First, you cannot force yourself on other people. And often, when others are not interested in you or your ideas, it may be out of their discomfort or pain rather than your message. The time for you to connect may be later. Jesus simply moved on without punishment or revenge when the Samaritan village was unwelcoming. His rebuke was for James and John who wanted to rain down fire on those who were not interested in Jesus, but Jesus did not allow it. And in my mind, I see Jesus praying for that town. Isn’t that a better response than revenge or anger? 

The other point we can learn from Jesus is how to welcome others. When new people move into our neighborhood or a family joins our parish, what do we do? If a stranger appears, do we welcome or judge? Extend invitations, reach out to others, and allow them to join in at their own pace. We cannot force others to participate, we can only invite them with a welcoming attitude.

And while it may hurt when people rebuff our good intentions, be like Jesus and pray for them, waiting patiently until they come to you in their way at their own time. As you go through your day, consider how you can be more welcoming to others in the different areas of your life.

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¿Alguna vez has sentido que no eres bienvenido? No estás solo en ese sentimiento. Jesús no era bienvenido en muchos lugares. Y a menudo, cuando iba a lugares donde era bienvenido, las personas que no lo recibían bien se quejaban. Era una situación clásica de “no puedes hacer feliz a todos”. Sin embargo, Jesús siempre responde bien. Por supuesto que responde bien, es Jesús.

Nuestra respuesta, cuando no somos bienvenidos, puede que no siempre sea como la de Jesús. Y no hay problema, somos un trabajo en progreso en el camino hacia la santidad. Muchas veces, en las Escrituras, les recuerda a sus apóstoles que se sacudan el polvo, abandonen el lugar y no se queden donde no son bienvenidos, sino que vayan a donde son bienvenidos.

Creo que hay dos cosas que podemos aprender de Jesús sobre no ser bienvenido. Primero, no puedes imponerte a otras personas. Y a menudo, cuando a los demás no les interesan tú o tus ideas, puede ser por su incomodidad o dolor en lugar de por tu mensaje. El momento de conectarse puede ser más tarde. Jesús simplemente siguió adelante sin castigar ni vengarse cuando el pueblo samaritano no lo recibió bien. Su reprensión fue para Santiago y Juan, que querían hacer llover fuego sobre aquellos que no estaban interesados ​​en Jesús, pero Jesús no lo permitió. Y en mi mente, veo a Jesús rezando por ese pueblo. ¿No es esa una mejor respuesta que la venganza o la ira?

El otro punto que podemos aprender de Jesús es cómo dar la bienvenida a los demás. Cuando nuevas personas se mudan a nuestro vecindario o una familia se une a nuestra parroquia, ¿qué hacemos? Si aparece un extraño, ¿damos la bienvenida o juzgamos? Extendemos invitaciones, nos acercamos a los demás y permitimos que se unan a su propio ritmo. No podemos obligar a los demás a participar, solo podemos invitarlos con una actitud acogedora.

Y aunque puede doler cuando las personas rechazan nuestras buenas intenciones, sé como Jesús y reza por ellos, esperando pacientemente hasta que vengan a ti a su manera y en su propio momento. A medida que transcurre tu día, considera cómo puedes ser más acogedor con los demás en las diferentes áreas de tu vida.

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Deanna G. Bartalini, M.Ed.; M.P.A., is a certified spiritual director, writer, speaker and content creator. The LiveNotLukewarm.com online community is a place to inform, engage and inspire your Catholic faith. Her weekly Not Lukewarm Podcast gives you tips and tools to live out your faith in your daily life.

Feature Image Credit: Eddie & Carolina Stigson, unsplash.com/photos/birds-eye-photography-of-road-on-dessert-ecIZe6MdUH8

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